miércoles, 17 de diciembre de 2008

Pequeño relato de política ficción

Leyendo un artículo sobre el problema en Congo y el famoso mineral del coltán, necesario para los productos electrónicos se me ha ido ocurriendo una atrocidad que puede ser posible en el futuro. Aquí os la dejo y espero que os disguste:

Me acuerdo cuando decían que el capitalismo iba a terminar con aquella crisis de 2008, y lo único que hizo es reforzarse el papel de las empresas, fusionadas en grandes corporaciones para soliviantar la crisis. Desde aquel momento el papel de los gobiernos ha ido reduciéndose hasta incluso la desaparición en muchas partes del planeta. Al principio desaparecieron sus funciones de educación y de sanidad, y luego sus prestaciones sociales fueron siendo llevadas a cabo por fundaciones vinculadas a empresas privadas. Pero sin embargo, el mayor salto para la desaparición de los Estados fue cuando éstos perdieron algo que habían tenido desde su aparición: el monopolio del uso de la fuerza.

Ese paso se dio por culpa del control de la zona más llena de recursos minerales del mundo: el Congo oriental. Desde que se conoce su existencia, esta zona del mundo ha tenido conflictos y luchas por culpa del control de los recursos. Desde su falsa independencia de la metrópoli belga en los 60, dictador tras dictador quiso imponer su ley sobre esas tierras. Pero, especialmente desde los 90, con el boom tecnológico, en la zona fronteriza con Ruanda surgieron varios grupos de guerrilleros e insurgentes dedicados a pretender obtener el control de esas tierras. Financiados por una u otra empresa, estas guerrillas luchaban ferozmente por tener el control de esas regiones, alegando disputas tribales que nunca se habían alegado antes. Tras ese intento de control de la región estaba el control de los recursos, sobre todo el preciado coltán: los guerrilleros se comprometían a vender los recursos de su región a cambio de una buena financiación en armas por parte de empresas, sobre todo tecnológicas. De esa manera los recursos tenían precios bajos, y si una guerrilla se asentaba en el poder y empezaba a subir los precios, pues se financiaba a otra guerrilla para derrocar a la anterior.

Sin embargo, tras décadas de genocidios constantes, luchas tribales entre pueblos antiguamente hermanos, luchas de poder sin sentido, un líder político, un verdadero orador e incluso un encantador de ciudadanos, tomó las riendas de forma limpia y democrática en la República Democrática del Congo con una victoria aplastante sobre los demás candidatos, incluidos los financiados por los gobiernos y empresas occidentales. El señor Ankane tenía una fuerte ideología socialista al estilo de Chávez pero más legal, y llevó a cabo en poco tiempo una serie de reformas sociales y económicas que lograron una fuerte estabilidad en el país congoleño. Logró crear, entre otras cosas, un ejército leal y fuerte, capaz de erradicar e incluso de aglutinar en sus filas a los antiguos guerrilleros mercenarios de la región del coltán. Por fin la R.D. Congo era un país estable, y ahora podía hacer uso de sus abundantes recursos de coltán para costearse una mejora en las infraestructuras del país.

No obstante, las grandes electrónicas pusieron el grito en el cielo, viendo que probablemente el precio del coltán se triplicaría o cuadruplicaría, ya que ahora tendrían que pagar precios de un gobierno que ha monopolizado el control de esos recursos. Además, la mano de obra adulta es más cara que la infantil. Las grandes corporaciones electrónicas intentaron convencer a los gobiernos occidentales que actuasen contra ese líder al que rápidamente le acusaron de corrupto. Se financió una campaña de desprestigio contra Ankane en los medios para así tener a su favor a la opinión pública. Sin embargo, Ankane era bien visto por las instituciones de la UE, ya que seguían en aquel país como observador, y aconsejaron a los gobiernos europeos una campaña para evitar ese desprestigio. Pero tenían que enfrentarse a Philips, Nokia, Ericsson, Siemens, etc. Y éstas vencieron porque Japón llevó al Consejo de Seguridad de la ONU una propuesta de tomar medidas contra la RD Congo. Sin embargo ninguna de las medidas se aprobaron debido a las claras evidencias que no había motivos por los que entrar allí. Una fuerte campaña de eficientes diplomáticos en contra de la entrada militar en el Congo logró que se aprobara la resolución 2234, sobre la entrada de cascos azules en Congo. La campaña se centró en por qué se tiene que derrocar a un líder elegido democráticamente cuando en Zimbawe, el país vecino, la gente se muere de cólera desde hace años por culpa de un longevo dictador tiránico y nadie hace nada. Se convenció a varios representantes de los miembros del Consejo de Seguridad, y se votó la no entrada. Incluso se convenció a la Administración de los Estados Unidos para que se abstuviera, a pesar de la fuerte presión de su industria electrónica y militar.

A pesar de ese rechazo, las grandes empresas mundiales de la electrónica se unieron para llevar a cabo su último recurso: atacar ellas. Decidieron que contratarían mercenarios que luchasen por sus intereses, ya que los ejércitos nacionales no lo harían. Solo tenían en su favor a Japón, pero su constitución les prohíbe tener un ejército ofensivo. Las empresas decidieron usar los servicios de mercenarios experimentados en guerras y conflictos: Blackwater. En poco tiempo habían preparado la primera operación militar totalmente privada, y bombardearon las minas de coltán, el parlamento y el palacio de Kinshasha, y comenzaron a desestabilizar el país, aunque ahora había un casi inquebrantable espíritu de lealtad nacional entre los congoleños. Sin embargo, Blackwater tomó el control de varias minas de coltán, y de pequeños corredores hasta la frontera con Ruanda para sacarlo de allí.

Nada más conocer esa actuación tan aberrante y en contra de todo tipo de normas de derecho internacional, la ONU, las ONG’s, los medios de comunicación y los gobiernos menos belicosos pusieron el grito en el cielo. Se promovió un acuerdo dentro de las filas de la ONU para que todos los países miembros vetaran el funcionamiento de estas grandes multinacionales.

Sin embargo, para lograr la opinión pública en su favor, curiosamente, las electrónicas subieron los precios de móviles, videoconsolas, etc, que llevasen coltán, a la vez que hicieron una campaña de publicidad en la que se informaba que dicho aumento se debía al aumento de precios del coltán. Llegaron a precios astronómicos, y la población empezó a quejarse, pues se habían acostumbrado a vivir con un móvil, un portátil, etc. Esa analfabeta población consumista comenzó a exigir a los gobiernos que hicieran algo, pues ya no podían costearse una pieza fundamental en sus vidas. Eran tantos los productos con coltán que boicotear al 90% de las empresas que fabricasen productos electrónicos (las mismas que promovieron la acción armada en interés empresarial) implicaría un retroceso tecnológico en la sociedad. Paralizaría todo, y eso Sony, Panasonic, Philips, Nokia, Hewlett Packard, Microsoft, Intel, Siemens, Compaq, Dell, Apple, Google, Canon, Nintendo, Motorola y un largo etcétera más sabían que los gobiernos no se lo podían permitir. Tenían un poder abismal, y no sólo económico, sino social. Se habían vuelto indispensables en la sociedad occidental. Sus productos eran tan básicos como el agua potable, y nada ni nadie les podría eliminar ese poder, pues tenían a un gran sector de la sociedad de su lado. Ese sector al que no le importa el derecho internacional, la explotación infantil, el uso de la fuerza monopolizado por la ONU, y otros aspectos fundamentales en la sociedad internacional. Ese sector que solo quieren tener el último móvil cueste lo que cueste. Ese sector creado por la sociedad de consumo, y el único sector que crece exponencialmente entre las nuevas generaciones de los países occidentales. Esa gente no pertenecían a Estados Unidos, Francia, Japón, España, Irlanda, etc. Realmente pertenecen a cualquiera de estas empresas.

Los Estados, al darse cuenta su debilidad ante el poder de chantaje de aquella coalición, no consiguieron juzgarlos ni condenarlos por el Consejo de Seguridad. Y aún si lo hubieran hecho, habría sido papel mojado, pues ya era demasiado tarde. El coltán, la civilización occidental y el uso de la fuerza armada era de ellos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno tio, me he asustado de verdad!!!!

Hace unos dias yo tb hice politica-ficcion. pero mucho más agradable jeje, te recomiendo que la leas en mi blog ;)

Anónimo dijo...

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