miércoles, 18 de noviembre de 2009

Los Alakranes del Indico

Enhorabuena a las familias que han visto a sus más allegados en libertad, y por lo tanto en paz. Ya se ha acabado el sufrimiento y pronto volverán a casa. Esto es todo de lo que se ha hablado hoy en la televisión. Pero detrás del caso Alakrana, aparte de un embrollo de justicia internacional, hay un asunto que es más bien de justicia social, o de Humanidad.

El Alakrana, como muchos otros barcos, cientos o miles de ellos, de distintos lugares del mundo, faenan en las aguas del Océano Índico en la vertiente africana. Como los mejores caladeros están por esa zona, pues po ahí faenan. ¿Qué pasa? Pues que otros países africanos se han dedicado a establecer tasas y "peajes" por faenar en sus aguas territoriales (200 millas desde la costa), pero como en Somalia no hay un Estado, no hay un Gobierno que fuera capaz de establecer ese tipo de tasas, pues los barcos pesqueros de todo país desarrollado se dedica a pescar de forma desmesurada los ricos, pero cada vez menos, bancos de peces que existen en la costas somalíes.

Es un caso de Imperialismo de los de siempre, con el añadido de que el Alakrana se saliera de la Zona de seguridad por motu propio, y ahora los constrivuyentes tendremos que pagar el rescate, y los gastos militares y diplomáticos correspondientes, por la osadía de un barco atunero que llevaba nuestra bandera. Espero que a alguien se le ocurra de pasar la factura del rescate a la empresa a la que pertenece el Alakrana.

Pero volviendo al tema del Imperialismo, el caso somalí es uno de esos casos de libro de Estado fallido. Es decir, es un territorio que, desde fuera, tiene las fronteras delimitadas, pero que hacia dentro no hay nada más que gente en plena lucha. Esas fronteras, más que decir dónde empieza Somalia, sirven para saber dónde terminan Kenya o Etiopía. Hay un pseudogobierno reconocido por los occidentales que cotnrola algunos barrios, no todos, de la capital Mogadiscio, pero hay otra especie de Gobierno que reclama la independencia del norte del país, conocido como Puntland. ¿Pero y el resto del país? Pues exactamente que en la edad media europea, todo está plagado de clanes, señores feudales, vasallajes y conflictos constantes, que solo desembocan en hambre, pobreza y desesperación. Para más inri que, aquellos pequeños hombres que se verían capaces de faenar y ganarse la vida con la pesca, ven cómo son expulsados de sus propias aguas por mastodontes pesqueros procedentes de países muy lejanos como Japón, Australia o España.

Ante toda esta parafernalia, a un joven de 18 años moribundo le ofrecen que tendrá comida para toda su familia, y no piensa en la ética del trabajo, piensa en su hermana pequeña con paludismo.

Nos hemos olvidado de lo que pasa en tierra, y solo vemos a los piratas como unos sanguinarios seres maléficos, pero es que es la desesperación la que los lleva a ello. La ausencia de alternativas. Nos hemos olvidado de la tierra porque lo importante en Somalia está en sus aguas, y no en su subsuelo. No interesa crear un gobierno poderoso que sea capaz de establecer tasas marítimas, y el coste militar y de cuerpos de seguridad será menor que aquél que sea dar un solo céntimo a un gobierno africano.

Esa es la historia de Somalia: un país condenado a la guerra constante y luchas tribales entre sus miembros solo porque bajo su suelo no hay nada interesante, sino que está en zonas donde no vive nadie: el mar.