miércoles, 14 de mayo de 2008

Elijan: ¿Cambio climático o hambruna?

Parece que los gobiernos han de tomar una decisión al respecto ahora mismo, una vez se ve que el paso de los combustibles fósiles a los biocombustibles producidos por plantas de cultivo produce la consecuencia de aumentar los precios de los alimentos: Al haber mayor demanda de maíz o soja por su nuevo uso descubierto en biofuel, su precio subirá, añadiendo que las empresas de biofuel pueden pagar mucho más que el ciudadano de a pie de los países típicamente consumidores de maíz o soja. Además, hay que añadir el cambio del uso del suelo de otros cereales a estos dos porque para un agricultor sale mucho más rentable vender soja a una petrolera que trigo a una panificadora. Por ello resulta difícilmente inevitable que, bajo las leyes del mercado, haya una menor cantidad de alimentos a cultivar debido al auge de una alternativa menos contaminante que el petróleo o el gas, eso no se duda. Pero analicemos otra consecuencia de los biocombustibles: los terrenos. Ya hemos dicho que los terrenos se pueden obtener de parcelas que antes cultivaban otros cereales (habiendo menos alimento, disminyendo la oferta, y por tanto, aumentando el precio), pero también se pueden obtener dichas tierras de labranza para esos cultivos de bosques o selvas, como se está viendo en Brasil, por ejemplo (también pueden ser tierras de cultivo de cereales para alimentos, que se vieron forzados a trasladarse por el auge de los biocultivos). He ahí una consecuencia que reduce su calidad de producto menos contaminante: su crecimiento implica menos árboles, y por ello menos limpiadores de aire. Aunque contaminen menos, habrá menor nivel de limpieza del aire.
¿Estamos obligados a sufrir todo esto? Pues no, y se puede evitar el volver al petróleo y al gas. Nos encontraríamos con dos alternativas en ciernes:
La primera no es tan lejana y parecida: Resulta que en ciertas universidades de EEUU se está investigando con una mala hierba genéticamente modificada, capaz de crecer en tierras baldías y que genera bastante energía en su combustión. Es decir, un biocultivo que no necesita robar terrenos a las tierras para alimentos ni a los bosques. Lo que pasa es que está en poco desarrollo porque no hay quien financie el estudio, ya que a las petroleras no les sale rentable, pues ya limpian su imagen pública de contaminantes usando maíz y soja. El fuerte lobby agrario americano tampoco le interesa, pues normalmente las tierras baldías son propiedades del estado, y no de los agricultores, que ganan mucho más vendiendo el maíz para el biodiesel que para las ensaladas. Por ello, son los gobiernos los únicos que tienen una lógica distinta a la del mercado, y pueden pensar en un desarrollo realmente sostenible. La solución en este caso sería mediante una presión ciudadana mayor que el lobby agrario a financiar esta investigación. Además, cualquier lugar del mundo podría cultivar biocultivos.

La otra solución recae en el hidrógeno, ese invento del que tanto se habla pero que pocos avances se ven. Sin embargo, es la gran solución para el uso en vehículos, ya que lo que suelta por el tubo de escape es nada más que vapor de agua. Sin emgargo, la elaboración de las pilas de hidrógeno conlleva un gasto energético procedente de centrales, que por ahora suelen ser todavía de petróleo y gas. Es decir, que lo que se haría con el hidrógeno sería quitar la polución de las ciudades para trasladarla a las centrales, que se necesitarían más, ya que, además de hacer la electricidad de las casa, estaría haciendo también la de los coches. Pero para centrales eléctricas sí que hay más soluciones alternativas que en las fuentes de energía de los vehículos, ya que aquí se incluye la energía solar, la eólica, la maremotriz, la hidráulica, etc, e incluso el consumo de los biocombustibles de los matojos antes citados que crecen por todos los lados.

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